
Es bien conocido que Haití es una potencia cultural en el Ca- ribe. Se piensa en la pintura, el folklore, la religión vodú, la música, etc. Pero, aunque el analfabetismo es muy alto, el papel, la imprenta y el libro siempre han tenido un lugar im- portante, a lo largo de la historia y en el destino de los hom- bres y mujeres que poblaron y viven en este territorio, desde la época colonial
hasta nuestros días. En efecto, Haití ha producido un sin nu- mero de autores de fama internacional: Jacques Roumain fue traducido a más de 30 lenguas; Rene Depestre obtuvo el pre- mio literario francés Goncourt; y otros como Lionel Trouillot2, Gary Victor3, Yanick Lahens4 y Claude Pierre5 han recibido cada uno premio en lo que va de este siglo XXI; y Franketienne ha sido nominado en varias ocasiones al Nobel de literatura.
Entonces, no es de extrañar que el Colegio Saint Martial, crea- do en 1871, se convirtiera, pocos años después, en la institu- ción escolar con mayor fama en Haití, y que los padres de la congregación del Espíritu Santo crearan, en 1873, el primer museo y una importante biblioteca, que hoy es conocida como la más antigua del país.
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